sábado, 5 de septiembre de 2015

Tu pensamiento es poderoso



¿Eres consciente de lo poderosos que son tus pensamientos?

Sería genial que me hubieran enseñado de pequeña que si cambio mis pensamientos cambio mis emociones, si cambio mis emociones estas cambian mi actitud, y si cambio mi actitud puedo cambiar mi vida. Lo he aprendido de mayor, pero nunca es tarde para empezar a aplicarlo.

¿Quieres cambiar tu vida?

Muchos de nosotros seguimos caminos ya trazados por otros, las mismas costumbres, las mismas ideas, lo tradicional, lo correcto, lo seguro… Pero admiramos a las personas que se salen de lo normal, de lo tradicional y se arriesgan a hacer algo diferente, original, de otra manera.

Personas normales con actitudes especiales consiguen cosas increíbles.

No tienen nada que tú y yo no tengamos, quizá más valor, más creatividad o la certeza de que sus pensamientos crean sus vidas.

Se atrevieron a cambiar su manera de pensar y de ver el mundo y a ellos mismos. Seguramente no son más inteligentes que tú y que yo, quizá sí más valientes. No es fácil cambiar los pensamientos para cumplir sueños, para vivir la vida que uno quiere. Por eso escribo sobre ello, lo hago para ti y también para mí.

Nuestras acciones son la manifestación práctica de nuestros pensamientos, por eso es tan importante “observar” nuestros pensamientos.

No hay truco ni fórmula mágica, “simplemente” no te creas lo que te está diciendo tu mente. Con la práctica de “escucharte” te darás cuenta de cuántas mentiras te dices y además te las crees.

Ahora toca cambiar esos pensamientos y pasar al “¿Y si…?”, o por lo menos ver la posibilidad de conseguir, de alcanzar, de hacer o de cambiar lo que tú quieras. Si no lo pruebas nunca lo sabrás.

Al elegir pensar de otra manera te sentirás diferente y eso te hará actuar de otra manera con lo que conseguirás algo distinto. Es como cuando te atreves a cambiar una receta introduciendo un ingrediente nuevo o sustituyendo alguno, consiguiendo así un plato genial. Seguro que más de una receta de restaurantes de tres estrellas Michelín son producto de un ¿Y si…? Muchos descubrimientos y avances son producto de probar o atreverse a hacer algo de manera diferente.

Los pensamientos que nos limitan son esos que nos frenan, que no nos dejan avanzar, que nos impiden sacar todo lo que valemos y enseñarlo al mundo.
Son pensamientos pobres, de miedo, pensamientos que nos hacen volver a nuestra baldosa y no disfrutar de pisar otro suelo diferente.

¿Cómo cambiamos los pensamientos?

- Primero detectando aquellos pensamientos que nos limitan, que nos hacen pequeños y nos restriegan en la cara que no podemos, que no valemos y que no merece la pena molestarse en hacer algo diferente porque seguramente no lo vamos a conseguir.

- Probablemente haya un área de tu vida en la que no avances todo lo que quieres por los pensamientos limitantes que tienes. Escribe esos pensamientos que te están frenando, que te impiden mejorar, crecer, atreverte o conseguir lo que quieres.

- Ahora uno a uno examínalos y pregúntate de dónde vienen esos pensamientos, si son verdad o no y por qué lo sabes. Trata de desarmar el poder que tienen sobre ti para comprobar hasta qué punto pueden dominarte. Piensa qué pasará o qué dejará de pasar si permites que sigan dominándote.

- A cada pensamiento limitante búscale su opuesto, cámbialo por un pensamiento de “sí puedo”, “yo valgo”, “lo voy a conseguir”… Y pregúntate ¿qué pasaría si…? ¿y si me atreviera a…? Y trata de imaginarte cómo te sentirías si lograras eso que quieres. Empezar a pensarlo e imaginarlo es el principio de conseguirlo.

- Ahora empieza a dar pasos, ponle acción a tus pensamientos y verás que poco a poco te parecerá que aquellos pensamientos limitantes no eran tuyos.

Cada nuevo reto puede traerte nuevos pensamientos que te frenarán, es normal que ocurra y no es fácil dominar nuestra mente. Pero con el tiempo te será más fácil sustituir los pensamientos limitantes por otros que te animen a creer en ti.

Tus pensamientos no solo crean tu realidad sino que influyen en la realidad de las personas que te rodean, y esto ocurre tanto si son buenos como si son malos. 
"El pensamiento es la semilla de la acción". Emerson
(Fuente: Exito a los 40)

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Si siempre dices SI a los demás, quizás te digas No a ti mismo


¿En cuántas ocasiones te has visto haciendo algo que no querías hacer por miedo a lo que otros puedan pensar de ti?.

Ser colaborativo, ayudar de vez en cuando o hacer un favor está muy bien siempre que salga de uno mismo y porque nos apetece.
Si no practicásemos algunas veces el “hoy por ti y mañana por mí”, las relaciones sociales seguramente quedarían muy deterioradas, pero como todo en la vida el equilibrio es esencial y todo tiene un límite.
El problema es que a veces nos pasamos, y llegamos a decir que sí a todo lo que los demás nos piden, proponen o incluso imponen, y es aquí cuando nos perdemos a nosotros mismos, dejando de lado nuestros deseos y nuestros criterios.
En el fondo, este comportamiento se produce por el miedo al rechazo o a que los demás no nos aprueben o acepten.

La asertividad nos permite respetarnos a nosotros mismos

Ser aprobado y no rechazado es, evidentemente, algo deseable y agradable. Si en los tiempos de las cavernas el grupo nos hubiese rechazado, habríamos sido fácilmente devorados por las fieras.
Por lo tanto, tiene su ventaja evolutiva que ha quedado grabada en nosotros como una huella que sigue haciéndonos actuar de una forma que hoy en día ya no nos beneficia. Para liberarse de este comportamiento, hemos de practicar la asertividad.

La asertividad es la capacidad de expresar nuestros derechos, opiniones, deseos…de una forma directa y congruente sin herir los derechos de los demás.
Aprender a decir que no, es esencial para empezar a dejar de faltarnos al respeto a nosotros mismos.
Hay un refrán que dice “más vale ponerse una vez colorado que cientos amarillo” y tiene mucha razón.
Muchas veces soportamos ciertos comportamientos por parte de los demás o actuamos en contra de nuestros deseos, no vaya a ser que el otro se enfade… algo que sería terrible e insoportable, y al final el que se acaba enfadando eres tú, y todo por miedo.

Hay que ser valientes

Más vale ser valiente y decir lo que uno piensa o siente, porque si no, al final lo que ocurrirá, es que tu vaso rebosará y tendrás un comportamiento agresivo con los otros, lo que sí hará que los demás se alejen de ti. De tanto temer el rechazo, al final obtendrás rechazos.
Es cierto que a veces nos puede resultar muy difícil dar como respuesta un no a alguien que nos está demandando algo, pero es solo por la absurda idea de que “debo agradar a todo el mundo todo el tiempo”.
Es una idea irrealista porque es imposible agradar a todo el mundo siempre y además tampoco nos hace falta.
Si la otra persona se enfada porque le hemos dicho que no, el problema entonces será suyo y no nuestro, pues simplemente hemos sido acordes con nuestro criterio. Además, igual que nosotros tenemos derecho a decir que no, el otro también tiene derecho a enfadarse y hemos de aceptarlo.

Existen en psicología algunas técnicas asertivas, que si las practicamos el suficiente tiempo, acabarán integrándose en nuestro comportamiento habitual y harán que finalmente nos sintamos mejor con nosotros mismos y también con los demás.
Una de las técnicas empleadas para aprender a decir no es “el disco rayado”. Consiste en repetir lo que pensamos sin dejarnos llevar por las maniobras verbales del interlocutor.
Si, por ejemplo, no queremos prestar nuestro coche a un amigo que nos lo pide como favor, deberemos ser persistentes en decirle que lo sentimos mucho y que entendemos que necesite el coche, pero que no queremos dejarlo, ni a él, ni a otra persona. Eso sí, podemos ofrecerle otras alternativas, colaborando con su demanda.
Es muy importante que esto se haga con un comportamiento no verbal coherente,seguro de uno mismo, directo, claro y mirando a los ojos, porque no hay nada que temer. El rechazo del otro no nos va a matar.
La otra persona, intentará darnos razones de por qué lo necesita tanto o nos intentará convencer de que lo va a cuidar, etc. Pero aún así, no debemos ceder si es que nuestro deseo es no prestarlo. Finalmente, de tanto repetir la misma idea, la otra persona acaba cansándose y deja de insistir.

Quizá el lector ahora mismo esté pensando, ¿pero esto no es muy egoísta? La respuesta es no. No debemos confundir las cosas: ayudar y colaborar sí, perder la libertad  personal, no.
Se nos ha enseñado desde pequeños que hay que agradar a los demás casi a cualquier precio, y que hay que decir sí aunque realmente queramos decir no, porque “que van a pensar los demás”…
En este sentido, hay que tener claro, que lo que piensen los demás, son solo pensamientos, no son realidades. Y como hemos dicho antes, cada cual es libre de pensar lo que quiera y nosotros no podemos controlar eso…por lo tanto aceptemos que a veces nuestro no, tendrá consecuencias. Es el precio de la libertad.
(Fuente: la mente es maravillosa)