sábado, 5 de julio de 2014

La historia de Pedro



Un grupo de chavales de entre 8 a 10 años estaban jugando un partido de fútbol. Algunos de los padres seguían atentamente el partido, hasta que un niño se acercó corriendo para jugar con los demas, pero algunos le increparon para que abandonase el campo y les dejara seguir jugando el partido.

Su madre le gritó: " Pedro, ven aquí y déjales jugar".

Pedro apesadumbrado salió del campo y se sentó en una esquina ante la vigilante mirada de su madre. Siguió el partido atentamente, viendo como los demás niños se divertían jugando. Iban empatados a dos y el partido estaba a punto de finalizar.

No obstante sus ansias pudieron con él y Pedro irrumpió de nuevo en medio del campo. Su madre lo volvió a llamar para que abandonase el terreno de juego, pero a pesar de su insistencia Pedro no la hizo caso. Los otros niños comenzaron a gritarle y a insultarle para que saliese del campo, hasta que se dieron cuenta de que Pedro era un niño síndrome de Down.

En ese momento se hizo el silencio y Andrés dijo: "¡ Dejadle jugar, va con nuestro equipo!" Todos lo aceptaron sin más. Andrés era el mejor jugador y tenia una gran influencia en el resto de compañeros.

La madre de Pedro le preguntó si estaba seguro de lo que estaba haciendo y Andrés respondió con un rotundo si.

Pedro comenzó a correr con sus dificultades de un lado a otro, persiguiendo el balón sin mucho éxito, si bien su cara de felicidad era absoluta. Su madre estaba nerviosa y encantada de ver que su hijo estaba disfrutando en aquellos momentos como cualquier otro niño. El partido llego a sus últimos minutos y seguían empatados a dos tantos. De repente el arbitro pitó un penalti a favor del equipo de Pedro. Andrés coloco el balón y se dispuso a lanzar el penalti. Sin embargo, en ese momento se acercó hasta el portero y le susurro algo al oído. Andrés volvió hacia donde estaba el balón pero en vez de chutar se dirigió a Pedro y le preguntó: "¿Quieres tirarlo tú?".

Pedro comenzó a gritar y saltar de alegría. Su madre no daba crédito a lo que estaba presenciando. Totalmente emocionada se llevo las manos a la cara, tapándose las lagrimas. Pedro se acercó al balón, chutó con toda la ilusión del mundo y tan fuerte quiso golpearlo que a punto estuvo de no darle. Cuando el portero vio hacia que lado se dirigía la pelota, se tiró hacia el lado contrario y el balón entró en la portería marcando el gol que significaba el 3 a 2. Sus compañeros comenzaron a vitorear el nombre de Pedro, celebrando el gol. Todos lo abrazaron, se convirtió en el héroe del partido. Sus compañeros y los niños del equipo contrario que se unieron al grupo, lo llevaron a hombros hasta donde se encontraba su madre. Con los brazos en alto mirando al cielo, Pedro no dejaba de gritar: "¡ He metido un gol! ¿ He metido un gol!" mamá "¡ He metido un gol y hemos ganado!".

Probablemente para esa madre fue el momento mágico mas conmovedor que vivió con su hijo. Los padres de los demás niños que presenciaron ese maravilloso suceso estaban en pie aplaudiendo emocionados y orgullosos por ese gesto de bondad, de comprensión, de amor y de generosidad.

La madre de Pedro se acercó hasta Andrés, artífice del extraordinario gesto. La mujer no podía articular palabra. Entre lagrimas de felicidad, tan solo pudo decir un entrecortado y emotivo "gracias"

Estos gestos, como el del partido, conectan a las personas con su verdadera esencia, nos conectan con los otros. Son momentos de espiritualidad, momentos en los que conectamos con lo mejor de nuestro interior, cuando el ego desaparece, cuando perdemos nuestra individualidad y sentimos la compasión, la bondad y la empatia. Cuando ayudamos a reducir el sufrimiento de los demás nos ayudamos a nosotros mismos

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